Una vez más, Enrique Peña Nieto, ha demostrado que es un político y un hombre que cumple lo que se propone. El sábado anterior, 27 de noviembre, el mandatario mexiquense contrajo nupcias, con Angélica Rivera. Por ser el aspirante con más posibilidades de lograr la nominación del PRI a la Presidencia de México, y convertirse en el nuevo inquilino de Los Pinos, su esperado matrimonio, es relevante asunto periodístico.
La sola condición de encabezar al gobierno de la entidad más importante de nuestro país, llevaría al comentario su boda, religiosa y civil. Pero, reitero, su condición de privilegiado precandidato presidencial, a cuatro meses de la nominación de su sucesor en Palacio de Gobierno de Toluca, le confiere más relevancia a la que sin duda, es la Boda Política del 2010, en nuestro país.
El gobernador Peña Nieto, al poco tiempo de convertirse en gobernador, con estoicismo supo llevar a cuestas su condición de viudo de la que fuera su ejemplar primera esposa, doña Mónica Pretelini, pero también tuvo la suficiente fuerza de ánimo y carácter para no derrumbarse, seguir al frente del gobierno mexiquense, saber que la vida continúa, y a recomponer su vida familiar. Similar, pero en otras circunstancias que el ex presidente Vicente Fox Quezada, divorciado, y luego desposado al cumplirse exactamente su primer año de gobierno, con la que ha sido una buena esposa, doña Martha Sahagún de Fox.
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